Desperté y me restregué los ojos adormilados. Palpé la cama hasta que agarré mis anteojos y me los coloqué. Al recuperar la vista noté una pluma arriba de mi pecho. La sostuve entre mis manos mientras apreciaba su color negro con tonalidades rojas. Después la dejé a un lado.
Cuando me levanté del colchón, me percaté de una pesadez en la cabeza. Me toqué el pelo, se sentía suave en algunas zonas y rígido en otras. Hice una mueca y volteé a verlo: mis cabellos habían desaparecido, ahora eran plumas.
Corrí hacia el espejo sin creerlo. Me examiné de cerca y retrocedí llevándome las manos a la boca. De repente, un hormigueo recorrió mi cuerpo: el vello de mis brazos creció, se convirtió en plumaje.
Abrí la ventana de la habitación, necesitaba aire, me sentía acorralada. Poco a poco me terminé encogiendo y salí volando.
