Una niebla espesa había cubierto el bosque, yo seguía corriendo suspirando y pidiendo al cielo no caer sobre los viejos troncos cubiertos de liquen. Mi mundo se disipaba y mi aliento se iba perdiendo, avanzaba lo más rápido que podía, un presto escalofrío estremeció mi cuerpo. Paulatinamente me deslicé, y caí en un acantilado de poca altura, por fortuna. Miré cómo una silueta negra desplazaba mi flaco cuerpo, como una muñeca de trapo. No volví a saber de mi hasta el día siguiente, eso deduje sin seguridad. Ahí, yacía un hombre frente a mí, musculoso, con unas garras afiladas, melena negra al hombro, y una mirada honda.
– ¿Quién eres? -cuestioné perturbada.
-Primero desenmaraña una pregunta que tengo, -cuestionó aquel joven. – ¿Qué hacías en el bosque?
-Paseaba, buscaba unas flores, y unas hierbas para mi madre.
-Te has alejado mucho, otro poco, y hubieses sido la cena de un leopardo hambriento.
-Yo vi claramente como me seguías, y no era un leopardo como afirmas.
-agregué con cierta cólera. –
-Estabas confundida, y no sabes lo que sucedió en realidad.
-Estoy segura de lo que miré. ¿Qué hacías en este bosque peligroso? ¿Vives aquí? – Cuestioné, incluso más confundida. –
-No. Vengo cuando necesito estar solo, sin compañía humana.
-Por lo que veo no te resultó buena idea venir. -agregué nerviosa-
-Da gracias que me aparecí, que, si no, ahorita ya hubieses pasado a mejor vida.
-No me has dicho tu nombre. -agregué tratando de escudriñar la situación.
-Baital, ese es mi nombre. — respondió el joven.
-Me llamo Aura.
-Lo sé. Descansa, tienes que estar lista para la noche. — agregó Baital con un tono de voz distinto, mirándome de pies a cabeza, como si adivinara cada pensamiento que recorría mi mente
– ¿Lista para qué? – cuestioné nerviosa. –
En eso, Baital arrojó de sus labios un humo rojizo que llegó hasta mi rostro, y rápidamente quedé tumbada.
Cuando desperté, estaba atada de mis manos y pies a una vieja cama de madera, rodeada de veladoras blancas. Finalmente, miré a unas 5 personas alrededor de dicha cama, todos portaban un antifaz bastante perturbador, y supuse que entre ellos estaba Baital.
¿Baital? -cuestioné turbada, sin saber qué sucedía.
En eso, apareció una nueva silueta oscura acercándose lentamente a la cama, y miré cómo se hicieron a un lado las otras 4 personas, sin más, recibí 7 puñaladas en mi estómago, minutos después, estaba a punto de morir, pero de pronto, desperté sobresaltada, todo había sido una mala pesadilla, de las tantas que había tenido las últimas noches. Luego, recordé que al día siguiente tenía cita con el psiquiatra, me cambiaría el tratamiento para el trastorno de esquizofrenia que padecía.