No me llaman la atención los ataúdes
ni los velorios, ni las marchas fúnebres,
que me entierren parado, siémbrenme
una ceiba,
pongan una milpa o un nopal,
en una de esas es el secreto para la
eternidad.
Que mi muerte se anuncie días después
para que mi lecho no se llene de come tamal
ni de las señoras sirviendo café con pan
que todo sea discreto y en soledad
que es como a la muerte más le gusta estar.
Ya sembrado no vayan a llorar,
quiero que mis restos
les sirvan para bien recordar
los chistes que los hacían carcajear.