Cada cierto tiempo en la casa, teníamos la costumbre hacer limpieza de todas las cosas que ya no necesitábamos, ya sea ropa y objetos.
Para esto, mi mamá nos pedía ayuda a mi hermano y a mí para hacerlo, mi mamá nos enseñó desde pequeños hacer las cosas, de eso aprendimos bastante bien.
En una de esas ocasiones arreglando el cuarto lleno de polvo, pero sobre todo de bastantes recuerdos, al bajar una caja al piso, observe una bolsa ya desgastada llena de polvo, tuve que sacudirla mucho para poder revisar si había algo que le sirviera a mi mamá.
En cuanto abrí la bolsa no podía creer lo que mis ojitos de niño chiquito estaban viendo, era el rebozo de mi mamá, tenía mucho tiempo de no verlo. De pequeño mi mami me envolvía en sus brazos cada que me dormía, color verde oscuro, bastante acogedor para saber que el frío no me molestaría, junto con el calor de mi mamá.
Yo estaba consiente que mi mamá no se acordaba donde lo había dejado, ya que habíamos movido muchas de su cuarto y no pudo recordar en ese momento su rebozo, quería decirle que lo había encontrado, pero mejor decidí guardarlo en otra bolsa y subirlo a mi cuarto.
Tenía en mis manos un tesoro bastante hermoso, todos tenemos algún objeto o recuerdo que al momento de verlo nos retoman a esa vivencia que te hacer ver tu vida en mi caso tenía a mi mamá en ese rebozo, lo que tus padres han dado por ti, y para mi tener en mis manos su rebozo era recordarla por siempre y que al verlo podría ver que mi mamá estaría ahí siempre.
Pasaron algunos días mientras pensaba como decirle a mi mamá que había encontrado su rebozo, así que bajé a la cocina y estaba hablando con mi abuelita.
– ¡mira mami encontré tu rebozo de cuando me tenías de niño!
Al ver su expresión pude notar que sus ojos brillan cual estrellas porque había visto todo lo que vivió a mi lado con ese rebozo, las veces que me cargo cuando me dormía, las veces que llovía y protegía a este niño que les temía a los truenos, pero estando enrollado en los brazos de su madre no había temor ni miedo que pudiera causarle.
Y justo en ese momento le di unas palabras que pudiera recordar en cada momento.
– “Sabes mami, cuando tu tengas que partir de este mundo, yo no quiero que me dejes dinero, ni una casa, ni joyas. Lo único que quiero para recordarte es poder tener tu rebozo y si necesitara respirarte, estés ahí en esencia y a lado mío.”
Estaba tan emocionada mi mami, solo me tomo de la mano y me dio un fuerte abrazo, uno de los abrazos más grandes que la vida pudo haberme dado, y solo podía repetirme al oído susurrándome:
-Si mi niño, puedes quedártelo, Dios bendiga tu enorme corazón mi niño.
Me sentía tan bien al poder abrazar a mi mami en ese momento, no necesitábamos decir palabras solo abrazarnos como madre e hijo. Mi mami siempre notaba lo grande que era su familia y sus hijos, que siempre por ella hemos dado mucho al igual que ella ha dado por nosotros,
“Lindo día mi niño, lindo día mi niño”.