Escucha el canto de la sirena roja,
Emisaria del soberano,
Que irrumpe cual tromba,
Sobre el lomo de cetáceo.
Coronado con moluscos,
Almejas y calamares,
Su atuendo posee,
Reflejos de luna llena,
Brocado de espuma y coral.
Un túnel de sombras surge,
Al reino de tentaciones.
En los escombros,
El instinto evidente,
De la razón se libera.
Las emociones,
Solo se muestran
cuando te desnudas:
Flor.
Ea, pues:
Arroja la máscara del pudor
Ofrece tu brillo.
Despójate del disfraz.
Purga tu esencia:
Enjuaga tus labios,
Con sal y polvos de nácar.
Sella la herida con sangre
manada al toque del tridente.
Entrega tu voluntad.
Permite que el flujo te posea,
Y, cabalgar sin demora,
Entre sus ondas.
Espera por seguro que él:
Te desarticule y desmorone,
Penetre en todas tus células,
Para luego, transformarte,
En alga, coral o invertebrado y
habitar en el lecho oceánico.
Absorberás los secretos eternos,
del caldo que dió origen
A todo lo que ha existido.
En ese incendio tibio.
Porque todo surge y regresa,
A ese punto inicial
A la explosión del mar.
En donde se funden
Agua y aire.
Para permitir que el éter,
Se cuelgue de tus montañas,
Se acomode en los orificios
Y coagule tus entrañas.
Alfa y omega.
Eres y serás.
Solo el reflejo
De la luna, sobre la piel del mar.