Bitácora del capitán. Fecha estelar 2412 2020.
Estuvimos en guardia por los confines del cuadrante delta observando, el comportamiento de una estrella al pasar a ser supernova, cuando de forma intempestiva, sucedió una alteración en el espacio, que resultó ser, un agujero de gusano negativo y nos absorbió transportándonos en el tiempo y el espacio.
Fuimos a parar al planeta tierra del sistema solar, cerca del siglo 1, donde la civilización apenas iniciaba. No sabíamos ni tiempo ni lugar, exploramos y nos ubicamos en el año 0 del planeta tierra, en un poblado llamado Belén de Judá.
Se aprestaba una alineación de planetas muy singular, nos adecuamos a la época y salimos a explorar. Pudimos constatar las condiciones en que se vivía en esos tiempos, la opresión de otros pueblos y afortunadamente este lugar, no era tan vigilado. Todo en orden durante la tarde, recogimos muestras y evidencias de lo que se nos hizo interesante, pero, al entrar la noche, todo se tornó misterioso, místico, apacible, al mismo tiempo, nuestro interior se llenó de alegría, era algo que nos llenaba por dentro, muy extraño y sin poder verlo y nuestros sofisticados equipos de la nave no pudieron detectar alteración alguna, era una sensación, era tanta la plenitud y felicidad de gozo que no cabía en nuestro ser.
Llegamos a una cueva donde se esperaba el nacimiento de una criatura, nuestro oficial médico se acomidió al evento y su experiencia fue excepcional, el entorno era singular. Llegaron Reyes, gente de los alrededores, con cánticos de gozo y ofrendas, pastores, muchas bestias de todo tipo que arribaron por sí solas y nosotros del futuro que no sabemos por qué motivos fuimos conducidos a ese lugar.
Se dio el nacimiento, el niño, fue atendido, llenándonos de asombro ya que nos vió a los ojos y sonrió, con la sonrisa más hermosa que un bebé puede hacer. La verdad tuve miedo, ya que me daba la impresión de que ese niño nos reconocía. Su mirada penetrante, su sonrisa y sus sonidos llenaban nuestros oídos. Temor y al mismo tiempo gozo, mi corazón se salía … nosotros, hombres de ciencia, no nos explicábamos que estaba pasando y pregunté a un tal Simón, ¿Quién es ese niño? Y, me dijo, la profecía dice que es el heredero, el dueño del mundo, el que apacigua las tormentas y del que huyen los demonios, pero al mismo tiempo, es el que derrama misericordia y el amor de Dios desde el cielo.
El bebé nos volvió a mirar a cada uno y sonrió y estoy seguro que nos deseó paz, y yo, todo un capitán de una nave, lloré y pedí perdón siendo testigos de un evento que marcó nuestra existencia. Partimos y nos encontramos al canal de gusano enviándonos a nuestro lugar de origen, pero algo cambió, no somos los mismos, ahora estamos alegres y en nuestro corazón se encendió una llama de la esperanza de un mundo mejor y de un universo con Dios.