Se despidieron mis hermanos, era un día especial ¡Viernes social!. Me sentí muy alegre porque todos saldrían y yo me quedaría solo, tener hermanos es un verdadero relajo, nunca puedes estar tranquilo, siempre te estás riendo o seguramente peleando, recuerdo que mis padres fueron los últimos en despedirse, ¡wow! por fin solo. Podía hacer en casa todo lo que yo quisiera.
Estuve pensando qué hacer, como todo lo hacía con mis hermanos mi libertad se había bloqueado, decidí ver una película. ¡A qué tele!, se apagaba cuando estaba uno en lo más interesante de la película, tenía un falso contacto, así es que le aventé un chanclazo para que prendiera, tal como lo hacía mi hermano, me di cuenta que ya eran un poco más de las once de la noche, se sentía un intenso frío, y si fuera poco comenzó a llover muy fuerte, parecía como si el cielo se cayera, se fue la luz y se escuchó un fuerte trueno, que me hizo sobresaltar, entonces tomé conciencia de estar solo, miré el despertador, eran ya las doce de la noche, así es que como pude me fui a mi recámara, mi corazón latía más fuerte de lo normal, sentí que alguien me miraba, en menos de tres segundo ya estaba dentro de la cama y cubrí todo mi rostro para no ver nada.
La lluvia cesó y un silencio profundo llegó, así es que con mucho valor quite la cobija de mi rostro, la luna iluminaba tenuemente mi cuarto, así es que ví hacía dónde sentí la mirada, hasta el fondo de mi recámara, absolutamente no había nada, respire profundamente y escuche el tic tac del reloj, poco a poco el silencio intermedio del tic tac me fue arrullando, fui sintiendo muy pesados mis párpados, y quedé completamente dormido, pero el frío se intensificó y me despertó, me di cuenta que mi cobija estaba en el suelo como si alguien me la hubiera quitado, la agarré y me volví a cubrir, el sueño era más fuerte que el temor que sentí al no tener la cobija, no sé qué tiempo ha de haber pasado, pero volví a despertar y ahora si mi corazón casi se quería salir por lo que estaba pasando, una mano helada estaba en mi pierna izquierda, mi corazón latía con mayor fuerza y mi boca estaba seca, no me quedó más remedio que hacer algo, ¡no aguantaba más!, decidí saber de quién era esa mano helada, ¡toqué la mano!
Sentí el corazón más acelerado, fui recorriendo, poco a poco la mano, de abajo hacia arriba, toqué los dedos, el codo, el brazo, hasta que mi mano derecha tocó mi hombro izquierdo, y en ese instante lloré… y lloré, estaba aturdido, emocionado, así es que tomé la cobija y tapé mi brazo izquierdo que estaba entumecido por el frío intenso de esa larga noche.